Todos los pueblos de la antigüedad y todos los misterios antiguos celebraban sus banquetes místicos y religiosos. Los egipcios y griegos daban banquetes sagrados; los romanos celebraban los LECTISTERNES a los cuales invitaban a sus Dioses, cuyas estatuas rodeaban la mesa del festín. Los judíos se reunían en comidas religiosas prescritas por Moisés; los primeros cristianos celebraban sus comidas de amor y caridad en el nombre de ÁGAPES, en los cuales llegaron a provocarse tales desórdenes que hubieron de suspenderse; No obstante, los Masones los hemos conservado en toda su pureza.
La masonería, fiel admiradora de los misterios de la naturaleza, celebra todos los años, en los dos SOLSTICIOS esas fiestas tan interesantes que siempre llenan de júbilo el corazón de sus integrantes. En esta doble época el astro vivificante se detiene aparentemente como si quisiera indicar a los hombres que tienen que suspender el curso habitual de sus trabajos para entregarse a un acto de gratitud hacia el autor de todas las cosas.
Cuan hermoso es el día en que millones de hombres pertenecientes a todos los países, religiones y ceremonias, animados por un mismo espíritu y unidos por un mismo lazo de FRATERNIDAD, piden al eterno el triunfo de la PAZ, de la JUSTICIA y de la VERDAD. Renuevan el juramento de AMARSE, SOCORRERSE Y TRABAJAR sin descanso para ALIVIAR los males que padecen sus semejantes.
Los banquetes masónicos son esencialmente MÍSTICOS por sus formas, y FILOSÓFICOS por sus principios, por lo tanto, el banquete que ahora celebramos no es una comida vulgar. La sabiduría antigua no habría hecho obligatoria una reunión que solo tuviera un fin frívolo, Nuestros ágapes completan la gran ALEGORÍA que se desarrolla en los diversos grados. La forma de nuestra mesa es absolutamente ASTRONÓMICA, pues el solsticio de verano representa el hemisferio superior y el solsticio de invierno el hemisferio inferior.
“Las palabras compañero, compañerismo, (compagnon o compagnonnage), son formas primitivas medioevales como se conocía la masonería y que tiene su etimología en “cum panis”, los que comparten el pan, y que reflejaba de forma popular una ceremonia que consistía en reunirse en la logia y compartir allí fraternalmente los alimentos que se dispusieran ese día”
Los ágapes y los banquetes dentro de la concepción masónica juegan un papel social y cultural importante, no porque constituyan una actividad relacional más de la logia, o del Capítulo, sino porque están concebidos a partir de toda una corografía de gestos que se han venido denominando como “trabajos de mesa o “trabajos de masticación” los cuales a través de ellos se fijan una serie de enseñanzas, de reglas que marcan y moldean de forma muy determinante los rituales masónicos que se le dedican.
Los banquetes, los brindis, y los ágapes han tenido siempre una fuerte presencia en toda nuestra historia como raza humana. En ocasiones va a ser la religión quien va a acentuar, aún más si cabe, el sentido ritual de esos encuentros gastronómicos que estarán presentes en los más diversos pasajes de nuestros periplos existenciales, y como no, incardinados en todos los continentes y nacionalidades; con actos que van desde la alegre celebración como pueden ser los bautizos o las bodas; ritos iniciáticos de todo tipo, llegando al triste momento de tener que despedir a nuestros difuntos en su pase al Oriente Eterno.
El ágape, es como si dijéramos una entidad menor, es el día a día de la logia, es el pequeño refectorio que se celebra tras cada Tenida. Si los Hermanos asistiesen a él revestidos de sus insignias, se colocarían en la mesa como si se tratara de un Banquete de Orden. En caso contrario sola la mesa en el Oriente estará organizada como tal para el Banquete de Orden, sentándose luego y de forma indiscriminada el resto de los Hermanos. Teniendo en cuenta que si hay profanos disfrutando del Ágape, deben ser colocados de forma preferente entre los Hermanos.
En los ágapes a diferencia con el Banquete de Orden no debe de emplearse ningún ritual, por lo tanto los brindis reglamentarios pueden ser celebrados, pero con un ceremonial simplificado, pudiendo intervenir los oradores y los oficiales de la logia y tomar la palabra tal y como dispone el Banquete de Orden; lo cual nos acopla para realizar la Cadena de Unión al cierre de los trabajos, aún cuando haya profanos en el ágape, por lo cual se aconseja hacerles participar de dicho lazo de unión fraternal.
El ágape se refiere mucho más al deseo de unión con los demás, ya que el amor para la especie humana es la garantía de su perduración y de su progreso en cuanta sociedad organizada para los individuos. Este amor, aparte de ser un estímulo de su constante perfeccionamiento moral e intelectual, es lo único que le eleva en su caso a la mayor felicidad que pueda darse en esta vida.
El Banquete siempre, como ya hemos dicho, se celebra bajo la presidencia del Venerable Maestro que preside la Logia, y siempre se abrirá en el Grado de Aprendiz y los Hermanos que participen de este magno convite irán revestidos de sus insignias (Mandil, banda de Maestro Masón, collar de Oficial y los guantes) con la diferencia de que tanto el Venerable como los Vigilantes portaran sus respectivos malletes.
El origen de los brindis está sin duda relacionado con el propio sacrificio religioso por el cual se ofrendaba el cáliz lleno de sangre, o de vino, imagen también simbólica de la sangre de la Tierra, a los dioses en señal de agradecimiento o a cambio de sus favores en las cosechas, guerras, etc.
Por evolución, o degradación mística, estos sacrificios se fueron ofreciendo a dioses menores y a súplicas más domésticas, tales como la salud y el bienestar de una comunidad, una familia, un matrimonio o un recién nacido.
De esta forma en la liturgia de los ágapes, durante la celebración más solemne del acto, la Eucaristía en los círculos cristianos, el artífice de la oblación ofrece el sacrificio al Ser Supremo, o a la causa invocada, para reunir todas las fuerzas del acto, y así santificar el vino.
Estas palabras de invocación son las que verbalizan de forma sintética el objetivo del sacrificio, del acto litúrgico, del ágape en sí, y por tanto deben ser medidas y muy consideradas ya que simbólicamente representan la función de la reunión en sí misma.
Como es lógico toda comida ceremonial se celebra con un objetivo fundamental, por lo que en el momento culminante del acto, todos los asistentes, siguiendo las pautas marcadas por el sacerdote o el director del acontecimiento, en nuestro caso el Venerable Maestro de la logia convocante, han de brindar en señal de júbilo y agradecimiento ante aquellas fuerzas a quienes se les ofrece el sacrificio, momento en que debe observarse un absoluto silencio, y realizarse según el más estricto ritual, ya que es en sí el momento más solemne de toda la liturgia de la mesa.
Los brindis en nuestros ágapes fraternales son siete, tienen una antigua tradición y una historia respetable dentro de la F:.M:., en referencia al quinto brindis hay mucho que recordar. De éste brindis, que tiene más de 170 años de antigüedad, conservamos solamente un breve enunciado: "Por todas las Logias de la Correspondencia y la Amistad y, por todos los Masones esparcidos sobre la faz de la tierra".
Anderson refiere en su segunda edición, que "en 1719, habiendo sido instalado el Q:.H:. Jean Théophile Desaguliers como Gr:.Maest:. estableció de inmediato los antiguos brindis regulares o ceremonias de beber a la salud de otro, como antes lo verificaban los Francmasones".
El hecho de brindar, ofrecer la copa con el líquido que se va a degustar por otra u otras personas o por algo en especial importante para quien bebe, para los demás o para su cultura, es un ritual considerado muy antiguo; de hecho se puede observar en las culturas romana y griega. Posteriormente lo encontramos en Inglaterra en la expresión "washael" de los Sajones, término equivalente a la frase moderna, "A su Salud".
En esa época se acostumbraba beber en el recinto de la Log:. durante el tiempo de reposo, evitando los excesos y siguiendo los Preceptos Antiguos que prescriben que "la jovialidad entre los HH:.debe disfrutarse con regocijo razonable y decente, sin forzar a nadie a comer o beber más de lo que él desee, ni impedirle retirarse a su hogar en el momento que lo crea conveniente". Los brindis por tanto, se realizaban con la mayor discreción y orden y el Maest:. al realizar el suyo se cercioraba antes que los VVig:. estuvieran en sus puestos.
La primera referencia escrita a los brindis en nuestra orden figura en las Constituciones de Anderson del año 1723, en la que hay un verso que expresa textualmente: "Detengámonos para beber a la salud de nuestro Gran Maestro actual". Luego aparece una publicación editada en Francia en 1742 titulada "Los Secretos de los Francmasones", en los que se indican la secuencia de los brindis: por el Rey, por el Maestro de la Logia, por los Vigilantes de la Logia, por el Iniciado y por todos los Masones de la Logia.
El H:. Laurence Dermott en su libro masónico "Ahiman Rezon" publicado el año 1756 presenta un brindis, que en la página 36 expresa textualmente: "Por todos los Masones Antiguos, donde quiera que se encuentren, dispersos u oprimidos alrededor del mundo". El tema de Masones oprimidos y dispersos, aparece incluido en todos los Catecismos masónicos desde el año 1798, en que aparece en la "Clave del Maestro" del H Brown, hasta las "Lecciones de Claret" del año 1840.
En éste último catecismo, el tercer brindis expresa textualmente: "Por todos los pobres y afligidos Masones, donde quiera que se encuentren esparcidos en la faz de la tierra y el mar, deseándoles una pronta mitigación de sus aflicciones y un pronto retorno a su tierra natal, si ellos así lo desean".
Este generoso y fraternal recuerdo, por todos nuestros HH:. ausentes tiene un origen más remoto aún, pues hay una versión del mismo en el Libro Hebreo de Oraciones, codificado hace 1.100 años, cuya invocación recuerda prácticas aún más antiguas. La invocación que se recita dice: "Por todos nuestros hermanos de toda la casa de Israel, donde quiera que ellos sufran penurias o cautividad, ya se encuentren en el mar o en el desierto, quiera el Todopoderoso tener piedad de ellos y llevarlos del infortunio a la liberación, de la oscuridad a la luz y del vasallaje a la redención, ahora o prontamente, Amen.
"VIVAT! VIVAT! VIVAT!" es la exclamación que acompaña a los masones en sus brindis fraternales, Es definida como "el grito de alegría de los Masones del Rito Francés". VIVAT “es una palabra latina, y significa literalmente, “Que vivan”, pero ha sido domiciliada en francés y Boiste, el Diccionario Universal la define como “Un grito de aplauso y alegría que expresa el deseo de la preservación” Los masones franceses dicen, “Fue recibido con la VIVAT triple” para indicar que fue recibido con los honores más altos de la logia.
Podría utilizarse igualmente la exclamación: HOUZZÉ! HOUZZÉ! HOUZZÉ! Remontándonos a los tiempos de la Masonería Operativa o aun más atrás tal vez, nos encontramos con que la expresión que tanto repetimos en nuestra batería de grado, tiene una historia con datos por demás interesantes. Sus múltiples significados: En árabe…. Viva, en escocés, Salve, en Egipto, Hurrah… sinónimo de Acacia (Un árbol perenne y lleno de misterios del cual agitaban ramas en muestra de alegría).
Así pues, esta expresión siempre ha estado ligada a manifestaciones de alegría, tan es así que la usamos para manifestar nuestra alegría y contento por iniciar los TTrab:.de
cada Ten:., por recibir correspondencia de nuestra Gr:.Log:., por bien finalizar los TTrab:.de cada Ten:.y algunas ocasiones más.
Con el paso del tiempo, los brindis MMas:. operativos ocuparon la exclamación al inicio y final de la construcción de una catedral, con lo que pedían permiso y perdón al G:.A:.D:.U:., ya que la construcción agredía al cielo y a la tierra con su presencia; esta exclamación era lanzada hacia el aire, hacia el sol o hacia el cielo.
Tenidas y refrigerios masónicos, los 7 brindis de ordenanza y el banquete logial.
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